Sobre el altozano de una colina ubicada en el cortijo de Carija o Carisa, unos 3 kms. al oeste de la población gaditana de Bornos, pero dependiente del municipio de Espera, se localizan los restos de la ciudad ibero-romana de Carissa Aurelia.
Sus restos, de los que a simple vista puede discernirse su perimetro de murallas, estan prácticamente sin excavar, aunque en su interior, a lo largo de los años, han ido apareciendo algunos restos de interés, como un par de esculturas de mármol representando a ninfas, o dos cabezas femeninas igualmente de mármol, una de las cuales esta depositada en el propio ayuntamiento de Bornos y la otra en el Museo Arqueológico de Sevilla. También son destacables una pequeña estatuilla de Venus en bronce y un busto de Ceres del mismo material.
Carissa debió ser una importante cuidad prerromana. La potencia de sus estratos arqueológicos nos trasladan desde los momentos del Neolítico final y Calcolítico, hasta practicamente el Medievo.
Pero de su importancia ya en época íbero-turdetana, da fé el hallazgo hace ya años en el cortijo llamado del Infierno de unas esculturas en piedra representando unos leones, figuras de indiscutible caracter apotropaico. Uno de dichos leones se encuentra actualmente en la cripta de la iglesia parroquial y el otro hemos tenido la oportunidad de acariciar y sentir el roce de nuestros dedos sobre el contorno de su felino lomo, hecho de blanda roca arenisca, en el Museo arqueológico de Cádiz. Igualmente han aparecido bastantes exvotos de barro, así como restos de la característica cerámica a bandas turdetana.
Avanzando en el proceso de romanización común a toda la península ibérica, Carissa se convierte durante el reinado de Vespasiano en un municipio plenamente de corte romano, siendo una ciudad regida por decuriones y sus habitantes asignados a la tribu Galeria. El epíteto de Aurelia posiblemente le fuera concedido en honor a la madre del César.
Escritores antiguos como Ptolomeo y Plinio ya la nombran, este último dándole la categoría de ciudad latina del conventus gaditanus, pero ciertamente y una vez pasado su momento de esplendor antiguo, sus restos no aparecerán debidamente refererenciados hasta que en el siglo XVII, el insigne Rodrigo Caro la vuelva a identificar.
Después de siglos de olvido y letargo, tuvo que ser, una vez más, un hecho casi fortuito y trágico, como el intento de conversión en cantera de todo el monte donde se ubican las ruinas, lo que motivara que se empezaran a hacer por parte de la Delegación de Cultura de Cádiz, las primeras excavaciones sobre el terreno allá en el año 1985 y que continuarían durante el 86, centrándose en la necrópolis norte.
Por fin, en el año 1987 se excava la necrópolis sur, que es la más interesante y espectacular de todo el conjunto que conforma Carissa, ya que se trata de hipogeos y mausoleos familiares de indudable influencia ibero-púnica, excavados y labrados en la roca del propio monte. Grupos de hipogeos excavados en diversos recodos medio ocultos por la espesura vegetal y en diversos quiebros del accidentado terreno, constituyendo su contemplación un verdadero espectáculo a los que sentimos el amor por la aventura, la historia y las viejas piedras.
Es una experiencia única y gratificante al alma y a los sentidos más despiertos que nunca ante tanta maravilla dispersa por el entorno natural que nos rodea. Se dan varias tipologías de tumbas, pero las que indudablemente destacan son las de planta de cruz griega y que son datables entre el siglo I a.c. y la primera mitad del siglo I d.c.
Actualmente el yacimiento se encuentra abierto al público y protegido e insertado dentro de una ruta turística de promoción de los yacimientos arqueológicos más destacables de la sierra de Cádiz, pero lo cierto es que Carissa sigue en cierto estado de abandono y descuido por parte de las autoridades competentes, que son las autonómicas en este caso.
Cuando una hermosa mañana de primavera, en la que ya se dejaba anunciar los calores veraniegos, decidimos hacer una excursión a tan interesante y sorprendente lugar, pudimos percibir dicho estado de cierto abandono, por denominarlo de una manera amable.
Pese a estar incluido en la ya mencionada ruta arqueológica de la sierra, lo cierto es que llegar por el camino correcto hasta el lugar de recepción al yacimiento fué una tarea laboriosa. No hay o había señalización conveniente que nos indicara el buen camino, y lo de buen camino es un eufemismo, menos mal, que llevabamos un todo terreno.
Después de una parada técnica para que alguien nos orientara si ibamos bien, por fin llegamos a las puertas del yacimiento. Allí salió a recibirnos el guarda del recinto. Un buen hombre del pueblo de Espera que se tira allí las horas muertas y que está al cargo de la vigilancia de todo el conjunto arqueológico, sin más compañía que la de algun visitante ocasional como nosotros y que acoge con gusto y amabilidad, porque evidentemente debe suponerle un aliciente novedoso a tanta monotonía a la que se ve relegado día a dia, eso y la visita de las vacadas que campean a sus anchas por todo lo largo y ancho del extenso recinto en busca de pasto, cosa que también pudimos comprobar en nuestra animosa y gratificante excursión por las ruinas de Carissa, porque les aseguramos que pese a todo, recomendamos encarecidamente su visita y que disfruten como nosotros hemos disfrutado, de un paisaje y un entorno que reune las mejores perspectivas y condiciones para el solaz de las más intensas emociones y aventuras arqueológicas, que todos los que amamos la historia llevamos dentro...
Sus restos, de los que a simple vista puede discernirse su perimetro de murallas, estan prácticamente sin excavar, aunque en su interior, a lo largo de los años, han ido apareciendo algunos restos de interés, como un par de esculturas de mármol representando a ninfas, o dos cabezas femeninas igualmente de mármol, una de las cuales esta depositada en el propio ayuntamiento de Bornos y la otra en el Museo Arqueológico de Sevilla. También son destacables una pequeña estatuilla de Venus en bronce y un busto de Ceres del mismo material.
Carissa debió ser una importante cuidad prerromana. La potencia de sus estratos arqueológicos nos trasladan desde los momentos del Neolítico final y Calcolítico, hasta practicamente el Medievo.
Pero de su importancia ya en época íbero-turdetana, da fé el hallazgo hace ya años en el cortijo llamado del Infierno de unas esculturas en piedra representando unos leones, figuras de indiscutible caracter apotropaico. Uno de dichos leones se encuentra actualmente en la cripta de la iglesia parroquial y el otro hemos tenido la oportunidad de acariciar y sentir el roce de nuestros dedos sobre el contorno de su felino lomo, hecho de blanda roca arenisca, en el Museo arqueológico de Cádiz. Igualmente han aparecido bastantes exvotos de barro, así como restos de la característica cerámica a bandas turdetana.
Avanzando en el proceso de romanización común a toda la península ibérica, Carissa se convierte durante el reinado de Vespasiano en un municipio plenamente de corte romano, siendo una ciudad regida por decuriones y sus habitantes asignados a la tribu Galeria. El epíteto de Aurelia posiblemente le fuera concedido en honor a la madre del César.
Escritores antiguos como Ptolomeo y Plinio ya la nombran, este último dándole la categoría de ciudad latina del conventus gaditanus, pero ciertamente y una vez pasado su momento de esplendor antiguo, sus restos no aparecerán debidamente refererenciados hasta que en el siglo XVII, el insigne Rodrigo Caro la vuelva a identificar.
Después de siglos de olvido y letargo, tuvo que ser, una vez más, un hecho casi fortuito y trágico, como el intento de conversión en cantera de todo el monte donde se ubican las ruinas, lo que motivara que se empezaran a hacer por parte de la Delegación de Cultura de Cádiz, las primeras excavaciones sobre el terreno allá en el año 1985 y que continuarían durante el 86, centrándose en la necrópolis norte.
Por fin, en el año 1987 se excava la necrópolis sur, que es la más interesante y espectacular de todo el conjunto que conforma Carissa, ya que se trata de hipogeos y mausoleos familiares de indudable influencia ibero-púnica, excavados y labrados en la roca del propio monte. Grupos de hipogeos excavados en diversos recodos medio ocultos por la espesura vegetal y en diversos quiebros del accidentado terreno, constituyendo su contemplación un verdadero espectáculo a los que sentimos el amor por la aventura, la historia y las viejas piedras.
Es una experiencia única y gratificante al alma y a los sentidos más despiertos que nunca ante tanta maravilla dispersa por el entorno natural que nos rodea. Se dan varias tipologías de tumbas, pero las que indudablemente destacan son las de planta de cruz griega y que son datables entre el siglo I a.c. y la primera mitad del siglo I d.c.
Actualmente el yacimiento se encuentra abierto al público y protegido e insertado dentro de una ruta turística de promoción de los yacimientos arqueológicos más destacables de la sierra de Cádiz, pero lo cierto es que Carissa sigue en cierto estado de abandono y descuido por parte de las autoridades competentes, que son las autonómicas en este caso.
Cuando una hermosa mañana de primavera, en la que ya se dejaba anunciar los calores veraniegos, decidimos hacer una excursión a tan interesante y sorprendente lugar, pudimos percibir dicho estado de cierto abandono, por denominarlo de una manera amable.
Pese a estar incluido en la ya mencionada ruta arqueológica de la sierra, lo cierto es que llegar por el camino correcto hasta el lugar de recepción al yacimiento fué una tarea laboriosa. No hay o había señalización conveniente que nos indicara el buen camino, y lo de buen camino es un eufemismo, menos mal, que llevabamos un todo terreno.
Después de una parada técnica para que alguien nos orientara si ibamos bien, por fin llegamos a las puertas del yacimiento. Allí salió a recibirnos el guarda del recinto. Un buen hombre del pueblo de Espera que se tira allí las horas muertas y que está al cargo de la vigilancia de todo el conjunto arqueológico, sin más compañía que la de algun visitante ocasional como nosotros y que acoge con gusto y amabilidad, porque evidentemente debe suponerle un aliciente novedoso a tanta monotonía a la que se ve relegado día a dia, eso y la visita de las vacadas que campean a sus anchas por todo lo largo y ancho del extenso recinto en busca de pasto, cosa que también pudimos comprobar en nuestra animosa y gratificante excursión por las ruinas de Carissa, porque les aseguramos que pese a todo, recomendamos encarecidamente su visita y que disfruten como nosotros hemos disfrutado, de un paisaje y un entorno que reune las mejores perspectivas y condiciones para el solaz de las más intensas emociones y aventuras arqueológicas, que todos los que amamos la historia llevamos dentro...
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