Episodio legendario de la batalla naval del rey Terón contra los gaditanos recogido por Macrobio, autor de época romana (siglo III d.c.), muy tardío al supuesto acontecimiento al que hace mencion.

Imagen idealizada del Herakleion ( templo de Herakles-Melkart )

HERAKLES / MELKART









Copyright©Francisco J. Rodríguez Andrade.















LA RUTA DE LOS 7 TEMPLOS

Próximamente os invitamos a descubrir una ruta mágica llena de encantos naturales, de fuerzas telúricas y restos del pasado sorprendentes llenos de misterio y leyenda...La Ruta de los 7 templos, un antiguo periplo costero de más de 2.500 años de antiguedad.
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" LA LUZ DEL PASADO SE TRANSFORMA EN LA LUZ DEL FUTURO "

Faro de la ciudad de Gades

Faro de la ciudad de Gades
Graffiti representando el faro de Gades y que apareció sobre una pared de una fábrica de salazones que estuvo activa desde el siglo I al siglo V d.c. Su tipología, de indudables reminiscencias mesopotámicas por su parecido a un zigurat, nos sugiere pensar, eso sí, sin ninguna prueba fehaciente ni tangible, que dicho monumento puede ser una edificación preexistente de la ciudad, antes de su fase romana y por tanto, creemos en la posibilidad de que su construcción y uso haya que situarlos en la época plenamente fenicia de la ciudad, habida cuenta de dos hechos incuestionables. Por un lado, el caracter fuertemente fenicio que seguía manteniendo la urbe aún en tiempos de César y por otro, la actividad propiamente marinera de los fenicios en general y de los gaditanos en particular, creadores de una verdadera talasocrácia en su radio de acción, el llamado Círculo del Estrecho.

Raices romanas de Puerto Real (Cádiz)

Vista aérea del "Cerro Ceuta"

"La tarde caía lentamente. El calor sofocante de las horas precedentes, empezaba a remitir. La suave brisa del poniente se hacía notar. Refrescaba y se hacía más soportable el paseo.

Subiendo la calzada un tanto empinada que conduce a los grandes depósitos de agua, situados sobre el montículo cercano a las pequeñas lagunas (conocidas por todos los puertorrealeños como los "barreros"), observé, como en otras ocasiones (en mis recorridos por el lugar), las ruinas de los hornos romanos.

Esta vez, no los ignoré y me desvié del camino hacia ellos. Quedé gratamente sorprendido de la cantidad de hinojos que bordeaban la calzada; pasé la mano sobre ellos y enseguida noté su fragancia. La ladera estaba casi toda, salpicada de tomillo y melosa. Estuve tentado de hacer lo mismo con el tomillo; pero continué la marcha hacia una de las paredes semiderruidas de un horno. Estaba un poco cansado y me sente sobre ella; la panorámica que tenía ante mí, era excelente. El sol empezaba a descender. Acomodándome como pude en el improvisado asiento, fijé toda la atención en el acontecimiento para no perder detalle.

El espectáculo era único; cada tarde sucede lo mismo, se produce de igual manera, pero estéticamente, cada vez es distinto, dependiendo en gran parte, de la estación del año y de las condiciones atmosféricas del momento. Pero esta tarde de junio, reunía todos los requisitos para que se mostrase la naturaleza en todo su esplendor.

Desde mi observatorio, podía ver a casi todo Puerto Real, en primer término de aquel gran paisaje. A lo lejos, podía ver la bahía, con reflejos de fuego en sus aguas, intensificándose aún más por el horizonte; un cielo, con gran variedad de tonos incandescentes y un sol que pasando paulatinamente de una amarillez pálida y cegadora a un amarillo intenso, fácil de observa; se convertía en protagonista indiscutible del momento, transfigurándolo todo, a cada instante en su descenso. Desapareció, quedándome en los ojos una sensación de encandilamiento, producido tal vez, por la atenta contemplación de aquel maravilloso mutis del astro rey.

Influido por lo mágico del momento y por el tacto directo con las piedras que conforman las paredes del casi bimilenario horno, pienso en los hombres que trabajando en los mismos, pudieron observar como yo, cada día, el mismo suceso, trantando a la vez de imaginar el sentido que tendría para ellos, debido en gran parte a los escasos conocimientos de la época y lo proclives que serían seguramente a la superstición.

Camino alrededor de las ruinas, como queriendo penetrar en el tiempo. Veo lo ignorante que soy en cuanto a la historia de aquellos artesanos, de los que quizás hemos heredado nuestra cultura, evolucionada naturalmente, pero influenciada en algo por ella; o de los que muy bien, podríamos ser descendientes. Esto, sinceramente, no lo creo del todo probable, porque han pasado tantas generaciones desdes entonces...y han pasado tantos pueblos diferentes por aquí, con su bagaje cultural en ristre...que es del todo imposible."

Asi comienza el autor Francisco Ruiz Serrano, con estas palabras, fruto de sus propias cavilaciones ante el impacto que supone al alma del ser humano, la contemplación de esa otra alma, la del espíritu latente de unas ruinas, inmersas, imbricadas, en la modelación de la naturaleza paisajística del entorno y cuanto estas nos transmiten, el primer capitulo de su obra, "Puerto Real...¿son estas tus raices?".

Una obra injustamente infravalorada y empequeñecida ante sus otras obras mayores, pero sin embargo, es una obra que como podemos ver, rezuma un encanto especial, porque nos conecta con nuestro paisaje y nuestro pasado desde la reflexión del paseante, pues a fin de cuentas, todos vamos de paso por este mundo y son sólo las obras hechas por el hombre, hombres conocidos o anónimos, las que permanecen en el tiempo para que en el futuro, otros al contemplarlas, puedan evocar ese tiempo dejado atrás, hace quien sabe cuando.

Tomando como hilo conductor su propia experiencia, junto a las ruinas despedigadas de un alfar romano situado en el "cerro Ceuta", más conocido popularmente, como el mismo autor nos aclara, como "Cerro del barrero", Francisco Ruiz nos invita a adentrarnos, a vivir la experiencia transida dentro de nosotros, al sentir esa conjugación mágica del pasado con el entorno y lo que es igualmente importante, a ser parte activa y no meramente expectadora de ella. Desde su propia vivencia personal, nos anima no solo a sentir, sino recorrer, investigar y por fin hacer un acto poderoso con nuestra mente, con la herramienta más cualificada para recrear la historia, nuestra propia imaginación, una vez ahita de toda esas sensaciones y conocimientos y darnos cuentas de algo evidente y es que la historia no es algo del pasado. Sino que es algo que proviene si, de ese pasado, pero que se deja sentir y notar en el presente, que nos proyecta evidentemente hacia el futuro. La historia no es algo muerto, sino vivo y muy latente, claramente percetible siguiendo las indicaciones de las que nos hace participes Francisco Ruiz, porque como anuncia el dicho..."las piedras hablan, pero sólo a quien quiera y este dispuesto a escucharlas".

Nuestro autor ha tomado como objeto de su reflexíon y vivencia para su evocación del pasado y sus gentes, el horno romano del "Cerro Ceuta", tal vez, como él deja entrever, porque se encuentra enclavado en una situación privilegiada, ya que es una de las elevaciones que ofrece una de las imágenes mas diáfanas y claras de todo el perímetro de la Bahía de Cádiz, pero podía igualmente haber escogido otro de los muchísimos restos, sobre todo de época romana que se encuentra desperdigados por su amplísimo término municipal y que iremos enumerando en siguiente artículos por su importancia e interés. Puerto Real en la antiguedad era parte del
agger de la ciudad de Gades, y sede posiblemente del conocido "Portus Gaditanus" mandado hacer por Balbo, como expansión en tierra firme del puerto de la vieja ciudad fenicia. De ahí la cantidad enorme de distintos alfares romanos desperdigados aquí y allá, entre lomas y pinares, de antiguos barreros y canteras para la extracción de materia prima para dichos alfares, marcas indelebles, fosilizadas en la actual topografía del pueblo y por supuesto su tierra de labor, asiento para dichos alfares e importantes villas romanas de las pudientes familias gaditanas.


Y ahora para finalizar esta semblanza, que mejor que dejemos de nuevo la palabra a Francisco Ruíz, en el epílogo a su encantadora obra, "Puerto Real...¿son estas tus raices?.


EPíLOGO


"Decidido a dar por concluida esta historia desde el mismo lugar en que empezó a fraguarse, pasado un año justamente, me encuentro otra tarde de Junio paseando por los alrededores del "Cerro Ceuta", (ya se su nombre). El lugar está bastante cambiado; las obras de una gran carretera(la de circunvalación de Puerto Real) parte en dos los "barreros" y dicho cerro, separando los hornos de los depósitos de agua que abastecen al pueblo. El yacimiento está vallado, seguramente para protegerlo de los desaprensivos; pero han llegado algo tarde. En una de las paredes interiores de un horno, aparece un "grafitti", representando unas letras de gran tamaño; siento inmediatamente una repulsa interna hacia el autor o autores de tal felonía; es un atentado contra la cultura de un pueblo. Y veo con desilusión que todos esos siglos y todas esas culturas pasadas no han sido suficientes para conseguir que el hombre tome conciencia de su patrimonio histórico y lo respete.


Pasados los primeros efectos del "cabreo", intentando superar la situación, respiro profundamente y trato de centrarme en los aspectos del yacimiento, recordando los distintos paisajes de mi busqueda, pensando que aún ante mi a un protagonista casi indemne: el lugar, la tierra que alberga el alfar, más o menos removida. Pero allí estaba y allí permanecía, ajena al paso del tiempo y al paso de tantas generaciones de hombres que la pisaron, movieron, transformaron y admiraron. Al menos, yo sí admiro esta tierra y este lugar. Imagino los acontecimientos que aquí pudieron suceder; no sucesos extraordinarios... sino eventos o incidentes del día a día, influidos por la época, circunstancias, actividad humana, etc "


" Y el Sol quando está rayando el horizonte y como sentado sobre las aguas, parece por la parte que le miran, que echa, y despide de entre sus dorados rayos una humareda. Por esto dixo Séneca, que a los cauallos de el Sol leshumeauan con el sudor las crines, quando baxuauan al Oceano."

Juan Bautista Suarez de Salazar " Grandezas y antiguedades de la isla y ciudad de Cádiz"

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